Farmacia El Pilar

El envejecimiento es una obra de arte

Recuerdo cuando era pequeño. Quería ser alguien importante. Uno de aquellos que salían en la televisión que papá veía con tanto entusiasmo. Yo quería cambiar el mundo. Ser un superhéroe. Y sé que mi hermana esperaba ser una princesa. De esas que son rescatadas por un príncipe de las monstruosas fauces de un dragón.
Ahora ya soy mayor. Me siento orgulloso de haber conseguido mis propósitos. Soy alguien importante, al menos para Santo, mi perro. He cambiado el mundo todo lo posible, si yo no existiera estoy seguro de que las cosas serían muy distintas en mi calle. Y un superhéroe, eso sí que me ha causado regocijo. Ponerme la capa ha sido excitante. Pero lo más increíble fue algo que no tenía previsto. Lo mejor que he conseguido al hacerme mayor fue ser yo mismo.

 

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En el mundo entero se fabrican día a día miles de millones de jarrones de porcelana. Son jarrones nuevos, hermosos, todos iguales en sus distintos modelos. Todos ellos son distribuidos a los distintos países y comercializados. Finalmente llegarán a sus clientes finales, que usualmente son los particulares. Sin embargo, la porcelana es un material tremendamente delicado. Por ello, muchos de los jarrones que ocupan nuestras casas terminan estropeados con el pasar del tiempo o directamente hechos añicos.

El Kintsugi es un arte japonés que consiste en arreglar lo roto con oro. Es una técnica antigua. Comenzó a finales del siglo XV cuando el Shōgun ( comandante del ejército) mandó a arreglar a China uno de sus tazones de té favoritos. El tazón regresó arreglado, pero a base de grapas y con un aspecto deplorable. El resultado no le gustó al Shōgun, que habló con artesanos japoneses y de ahí surgió el Kintsugi.

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Pieza arreglada con técnica Kintsugi.

Hoy en día es una técnica muy valorada que transforma objetos viejos o dañados en auténticas obras de arte. Y hace que algunas antiguallas pegadas sean mucho más valiosas que las nuevas que nunca se han roto. Aquellos que dominan el Kintsugi creen que las delgadas líneas de oro son las cicatrices que el tiempo deja a su paso. Y que precisamente por esa huella del tiempo, tan única y especial, el objeto se vuelve más hermoso que cualquier otro.

 

 

Esto es la vejez. Finas líneas de oro surcando la piel y el alma, haciéndola más bella, más auténtica y más compleja. Recordando a quien las posee que hay una historia detrás, con muchos por qué y un para qué. Para ser tú mismo.

Pero al igual que en el Kintsugi, se precisa de un proceso de cuidado y trabajo para ver resplandecer a la obra de arte que eres. El envejecimiento activo es el proceso adecuado para pulirnos y cuidarnos.

 

Existen cuatro puntos cardinales básicos en este proceso, y son los siguientes:

  • Nutrición: Alimentarnos bien es crucial. Dejar algunas de las comidas principales de lado no es una buena opción. Y un buen equilibrio de alimentos es imprescindible.

 

  • Ejercicio físico: No, no es necesario correr una maratón. Pero sí salir a dar un buen paseo hasta algún rincón hermoso a ver el atardecer, o bañarnos en el agua salada del mar, o llevar al parque a los nietos. Busca un objetivo y camina hacia él. El ejercicio aporta felicidad y tranquilidad además de cuidar de nuestro cuerpo.

 

  • Actividad mental: Veo veo, ¿Qué ves? Un buen juego de niños para compartir con ellos. Hagámoslo. O compremos una revista de crucigramas y juegos de pensar. Podemos llevarla a cualquier parte y así trabajaremos la mente mientras esperamos en el banco, en el médico o en la guagua.

 

  • Participación social: Nacemos, crecemos, nos relacionamos y morimos. Nacimos para relacionarnos. Sal a la calle y relaciónate. Ya sea en el transporte público, en el banco de un parque o en clases de Taichí, comparte tu ser, hay muchas personas (y animales) que esperan que lo hagas.

 

Y recuerda que eres una obra de arte, forjada con tiempo, cariño y paciencia. No lo olvides. Pero si lo haces, busca una arruga y observa como brilla, igual que si estuviera hecha de oro.

Cuando sea mayor quiero ser yo

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